Tiene otras finalidades respecto a la de los mayores, que varían en cada etapa. Mientras que en los adultos, dentro del deporte, el objetivo es intentar mejorar el rendimiento de manera continuada, en el niño sería establecer las bases para que en un futuro lo pudiera realizar. Estas bases deberían estar progresivamente marcadas, de manera coordinada y estructurada, en función de la edad del deportista y de lo realizado anteriormente.
Se adapta a los procesos evolutivos y de maduración. Es decir, lo más importante es el desarrollo propio del deportista y el “entrenamiento” se adapta a sus características. Es decir, posiblemente hemos leído u oído que el entrenamiento con pesas es muy adecuado para ganar fuerza, pero las características del niño lo desaconsejan porque su aparato locomotor, entre otros factores, no está preparado biológicamente para soportar cargas sin tener negativas consecuencias.
Se periodiza mucho más según las necesidades escolares y formativas que según los modelos de periodización de la teoría del entrenamiento. La práctica es tan importante como el descanso (debemos pensar que el joven es un ser en continuo proceso de crecimiento y eso genera un gasto metabólico importante). Las vacaciones deberían ser para jugar y descansar (no sólo física sino también psicológicamente), para que el niño “haga” sus propios juegos fuera de lo estructurado y sea él mismo dueño de su actividad, apartándose un poco de los roles más o menos directivos del educador o monitor.
Fuente: Eugenio Rodriguez-Preparador físico-Unidad deportiva Policlínica Gipuzkoa
Para más información: www.medicina-deportiva.net
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